sábado, 30 de abril de 2011

Dos conejos


Un estudiante de artes marciales se acercó a su profesor con una pregunta. “Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender de usted, quisiera estudiar con otro profesor, para aprender otro estilo. ¿Qué piensa usted de esta idea?”.

“El cazador que persigue dos conejos”, contestó al profesor, “no atrapa ninguno”.

EL DESTINO


Durante una batalla trascendental, un general japonés decidía atacar. Aunque su ejército era superado en número considerablemente, estaba seguro que ganarían, pero sus hombres estaban llenos de dudas. En el camino a la batalla, pararon en un santuario religioso. Después de rezar con los hombres, el general sacó una moneda y dijo, “Ahora lanzaré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Si es cruz, perderemos. El destino ahora se revelará”.

Lanzó la moneda al aire y todos la miraron atentamente mientras caía. Fue cara. Los soldados estuvieron tan rebosantes de alegría y llenos de confianza que atacaron vigorosamente al enemigo y salieron victoriosos. Después de la batalla, un teniente le comentó al general, “Nadie puede cambiar el destino”. “Absolutamente correcto”, contestó el general mientras mostraba al teniente la moneda, la cual tenía caras en ambos lados.

MI DIOS


En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole:
-Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntades mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.
Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.
Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:
-Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.
Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.
Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole:
-Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti
heredaré tu Reino.
Pero Dios no me contestó; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas.
Y mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole:
-¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y eres mi mañana. Soy tu raíz en la
tierra y tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol.
Y Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, Dios me abrazó.
Y cuando bajé a las planicies, y a los valles vi que Dios también estaba allí.

miércoles, 27 de abril de 2011

EL ASTRONOMO


A la sombra del templo mi amigo y yo vimos a un ciego, sentado allí, solitario.

-Mira-dijo mi amigo-, ese es el hombre mas sabio de nuestra tierra.

Me separé de mi amigo y me acerque al ciego, lo saludé, y conversamos.
-Poco después le dije:

Perdona mi pregunta: ¿desde cuando eres ciego? -desde que nací-fue su respuesta
-¿Y que sendero de sabiduría sigues? - le dije entonces.
Soy astrónomo me dijo. - después se llevó la mano al pecho y con cara armoniosa dijo:

SÍ...observo todos estos soles, estas lunas y estas estrellas.

EL SEPULTURERO


Una vez mientras yo estaba enterrando uno de mis egos, se acercó a mi el sepulturero para decirme:

-de todos los que vienen aquí a enterrar sus egos muertos, sólo tú me eres simpático.

me halagas mucho le repliqué, ...pero, por que te inspiro tanta simpatía?

-porque todos llegan aquí llorando, -me contestó- y se van llorando; sólo tú llegas riendo y te vas riendo, cada vez.